Tres casos llamativos:
¿fueron robos o mensajes mafiosos?
¿fueron robos o mensajes mafiosos?
Sucedieron el mismo día, 24 horas después de que
Vidal hizo anuncios que no cayeron bien en la fuerza
“Lo que me pasó, lo viví como un ciudadano común” y “bajo ningún punto de vista lo considero un hecho político”, declaró a medios de su ciudad el intendente de Saladillo, José Luis Salomón, luego de que cinco motochorros lo asaltaron en La Plata, a metros de la Gobernación.
Funcionarios del gobierno de María Eugenia Vidal no están tan convencidos de la “casualidad” del episodio, sobre todo porque pasó pocas horas después de que dos delincuentes maniataron a la familia del intendente Julio Garro en su casa del Grand Bell y algunas horas antes de que una pareja con una beba intentó desvalijar el auto del alcalde de Magdalena.
Hay otro dato que le da fuerza a la teoría del mensaje mafioso: las tres víctimas son de Cambiemos y todos los ataques ocurrieron el mismo miércoles, un día después de que la gobernadora se comprometió a dar una dura pelea contra las mafias y exigió la declaración jurada de agentes penitenciarios y policías.
Aunque desde el ministerio de Seguridad descartaron el viernes que los hechos estén conectados y adjudican los que sufrieron Salomón y Peluso a la ola de delitos que golpea en La Plata, no son pocos los que en la mesa chica de Vidal ven a la seguidilla como “un mensaje de la resistencia al nuevo camino trazado por la gobernadora”.
Lo casi nadie pone en duda es que el asalto en la casa de Garro “no fue uno más”.
Tres golpes en 12 horas
Eran las 10.30 de la mañana cuando dos hombres de unos 35 años entraron en la vivienda del Intendente platense, en Grand Bell, donde estaban su esposa, sus cuatro hijas, su cuñada, su sobrina y la mucama. Todas fueron encerradas y maniatadas, con excepción de la nena de 1 año. Los ladrones tenían por lo menos un arma que se limitaron a exhibir (no encañonaron a las víctimas), usaban guantes y se llevaron dinero, algunas tablets y joyas. Por lo que registró la cámara de una casa cercana, los delincuentes salieron de la de Garro y entraron a la del subteniente Patricio Masana, a pocos metros.
Se presume que éste los sacó del country escondidos bajo frazadas, en su camioneta Mercedes Benz. Cuando volvió, lo detuvieron.
Salomón escuchó esta novedad por la radio, cuando venía en el auto hacia La Plata con el director de Turismo de Saladillo, Daniel Carnevalli, para reunirse con funcionarios provinciales. A las 16.30 bajaron del coche en 53 entre 4 y 5. Y los abordaron cinco hombres en dos motos. Uno forcejeó con el jefe comunal hasta que le quitó su maletín, con informes y papeles del municipio que pensaba exhibir ante los empresarios provinciales. Otro se enfrentó a Carnevalli, en una lucha que terminó con la rotura de una de las ventanillas traseras del auto. Se llevaron su computadora. Esto pasó a metros de la Gobernación.
Cerca de allí, en 5 y 54, el intendente de Magdalena decidió cenar ese mismo miércoles con su esposa y sus dos hijos, una nena de 9 años y un varón de 6.
Eran alrededor de las 10 de la noche y Gonzalo Peluso ya estaba al tanto de lo que les había pasado a sus pares, Garro y Salomón, aunque jamás se imaginó que estaba a punto de convertirse en el protagonista de la historia que iba a completar a esta saga inquietante.
Después de pedirle la cuenta al mozo, Peluso advirtió que le habían robado el saco que dejó colgado en la silla, con las llaves de su Citroën C3 y las de su casa en Magdalena. Corrió hacia donde había estacionado el coche y vio a un joven tratando de entrar al habitáculo. Lo reconoció como el que había estado cenando a su lado, con una chica y una beba. Le gritó, el ladrón frustrado le devolvió el saco con las llaves y se fue en un auto. Era el final de un día agitado.
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