Entre Macri y el estallido buscado por la izquierda

Macri entre la impotencia económica y el caos deseado por el Kirchnerismo



Julio Bárbaro

Salimos de los burócratas para entrar a los gerentes, esperemos que pronto se acerque la experiencia de la política, que no está en la revolución proletaria ni en la mano invisible del mercado. Somos una sociedad dividida donde hay demasiados que parasitan esa fractura, la cultivan y hasta imaginan que pueden lograr algún triunfo que convierta a la parte en expresión del todo derrotando a los disidentes. Eso era lo que expresaba la ex presidenta, y eso es lo que piensan demasiados, hasta algunos enfrentan a la vez al peronismo, al sindicalismo y al Santo Padre, como si profundizar nuestras divisiones en lugar de ser una irresponsabilidad lo imaginen como una diversión, sin asumir las consecuencias. Si hay algo que nos sobra son personajes que nos dividan, eso sí que no necesitamos importar, aunque algunos asesores y supuestos pensadores extranjeros intenten hacer su aporte.

El kirchnerismo y alguna antigua izquierda pretenden realizar el sueño eterno del estallido social que los lleve a la revolución.
Eso vuelve más importante acercar posiciones para construir un consenso con apoyo legislativo y popular y salir del sueño del estallido y sus precursores. Además del caos económico, el cristinismo nos legó un caos social donde todos hablan de justicia como si lo de tirar manteca al techo podría seguir eternamente. Macri no tiene ni buenos ejecutores ni buenas ideas en economía, pero tampoco si ganaba Scioli la hubiéramos pasado mucho mejor. Insisto en que se necesita un acuerdo político sólido para salir de esta situación para siempre. El Estado tiene poder de sobra para manejar la realidad, eso lo demostraron tanto Menem como los Kirchner, pero intentar salir solos creyendo que son los salvadores de la patria, ese camino siempre terminó en el fracaso.

Entre el PRO y el derrotado y decadente kirchnerismo hay una zona amplia de políticos y sociedad que están dispuestos a colaborar, a salir de la mediocridad de "no hacerle el juego al gobierno" o limitaciones mentales por el estilo. Pero se necesita voluntad política y grandeza, pensar en el futuro, salir de la chiquita de tener demasiada soberbia para pequeñas dosis de acierto y talento. Un poco de humildad, y mucho de política, bajando los decibeles a la confrontación, saliendo de esa mirada simple que opina que la culpa y el mal son siempre propiedad del otro.

Estamos en un momento complicado, no el peor pero tampoco el más simple, lo único nuevo que se le puede ofrecer a la sociedad es forjar un acuerdo entre los que entiendan que es necesario. Acotemos al máximo la demencia de los que se imaginan triunfadores por el fracaso ajeno. Solo la política en su más alto nivel nos puede devolver la confianza, y sacar de la inflación, que es económica pero en el fondo, es el más claro reflejo de la impotencia de acordar y construir entre todos.

Y terminemos con la eterna mezcla de omnipotencia y temor. Gobernar solo no es una demostración de poder y mucho menos, pedir ayuda y convocar a los necesarios, jamás será una muestra de debilidad. Aprendamos de una vez por todas que, aún para los cínicos, "la humildad es la variante más sofisticada de la soberbia".

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