Tuberculosis, un enfoque Humanista.

¿Cómo debe mirarse la Tuberculosis?
¿Por el daño que se produce en los pacientes o por la condena que la sociedad impone al enfermo?
El principal enemigo no es el bacilo, sino las precarias condiciones de vida de las personas; no se trata de combatir al bacilo de Koch (que se adapta continuamente para sobrevivir) sino que deben promoverse que el ser humano individual y colectivo transforme su ambiente físico, social y político para mejorar su condición de vida.
Bajo este punto de vista, la Tuberculosis (TBC) se combate con justicia social, solidaridad, inclusión social de los afectados, reconociendo a los enfermos como seres humanos temporalmente afectados por la TBC. y consiguiendo que los pacientes tengan una acreditación de vida digna que finalmente es salud.


La presencia de la enfermedad en una persona, somete a toda la familia, no sólo a riesgo en salud sino también a riesgo social y económico. La estigmatización familiar es frecuente y afecta la integridad familiar, la salud mental y los proyectos de vida de sus integrantes.
Se debe garantizar la seguridad alimentaria al grupo familiar, establecer un programa de apoyo laboral a los afectados, promover las escuelas saludables con contenidos curriculares específicos y que incluyan a los educandos como promotores de mensajes educativos en sus familias y su comunidad. De por sí la TBC es un evento catastrófico para la familia y la sociedad debe acudir a su rescate.
Cualquier persona excluida, se halla en desventaja para desenvolverse y satisfacer sus diversas necesidades (y que van más allá de las primarias). En ese sentido, las redes de soporte social fortalecen a los individuos y familias afectadas incrementando sus niveles de estima y autovalía .
Esta concepción aporta a la construcción de capital social ya que las redes son una fuente de cooperación, solidaridad, reciprocidad y compromisos cívicos. Pero es necesario el establecimiento de interacciones no sólo tipo vínculo (pobres con pobres, afectados con afectados) sino también tipo puente (pobres con no pobres, excluidos del poder con los poseedores del poder).
Así, los enfermos de TBC pueden ejercer su derecho a  decidir sobre sus vidas mejorando la adherencia al tratamiento y, en consecuencia su pronóstico y calidad de vida.




En una sociedad justa la libertad no sólo consiste en el ejercicio del voto, sino en tener las posibilidades de acceder a mejores condiciones cotidianas, a tener dominio sobre su vida y también a tener voz y ser escuchados. La libertad no es solamente potencialidad para elegir sino tener opciones sobre las cuales elegir, por  qué elegir, para qué elegir y cómo elegir; en esto último, radica el auténtico poder de la libertad.

Desde este punto de vista, una persona pobre y afectada por TBC tiene, por lo general, pocas opciones de elegir; discriminada y excluida debe recibir el soporte social y público correspondiente. Se trata no de conmiseración sino de respeto a la dignidad de las personas, se trata de equidad no de prebendas, se trata de justicia y no de benevolencia.


Distintas corrientes del pensamiento difieren en la valoración del tipo de desigualdad evitable e innecesaria.  Pero todas coinciden que la equidad en salud es fundamental para entender la justicia social. Por tanto, la equidad en salud es un asunto de justicia social y como tal, es un componente de ella pero, además, es requisito fundamental para su realización. 



"La pobreza y las enfermedades no deben ser motivo de la existencia dolorosa de ningún ser humano, y menos aun de la indiferencia de los otros".


Rev Peru Med Exp Salud Publica. 2009
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