Pinamar transforma el paisaje de las playas
Es jueves al mediodía y una garúa helada y gris hace bruma en la arena. El mar parece un horizonte de naufragios y lo único que a esas horas y en esa playa tiene vida son las piquetas y retroexcavadoras que acumulan montañas de escombros contra las dunas. De pie frente a esas ruinas de la que sobresalen hierros y cascotes gigantes, el empresario y ex intendente Rafael De Vito contempla las montañas bajo el ruido ensordecedor de las máquinas y el viento y sonríe con una tristeza que hace juego con el tiempo. Hasta hace unos días, en ese mismo lugar se levantaba el que había sido su balneario y acaso uno de los más emblemáticos de Pinamar: Cocodrilo , una edificación con 33 años de historia que tenía restaurante, carpas, sombrillas, canchas de papi fútbol, una pileta enorme y hasta una galería comercial. Hoy no quedó nada, sólo escombros. “Es imposible no estar triste –dice De Vito-. Esto es un pedazo de mi vida. Pero bueno, la vida también tiene etapas y Cocodrilo cumplió una. Ahora hay que darle paso a los nuevos tiempos”. Los nuevos tiempos, como dice, es lo que por estos días busca representar el Plan de Reconversión del Frente Marítimo y cuyo objetivo es bien claro: recuperar espacio y para eso demoler los 46 balnearios que se levantan a lo largo de 22 kilómetros de costa que incluyen, además de la de Pinamar, las playas de Ostende, Valeria del Mar y Cariló.
En obra
“Es histórico por el cambio de cara pero también por el nuevo paradigma que ese cambio implica”, dice Martín Yeza, el intendente que encabeza el proyecto y quien, a sus 29 años, se convirtió en las últimas elecciones en el jefe comunal más joven de la Provincia. Según explica, la segunda etapa del plan que encara con el municipio pinamarense prevé la reconstrucción de balnearios ecosustentables, levantados sobre pilotes y decks de madera más alejados del mar y con posibilidad de desmontarse. Los nuevos paradores no tendrán más de 325 m2 y estarán terminados y listos para funcionar en diciembre de este año. Si se piensa que un balneario promedio tenía edificados entre 1.500 y 2 mil metros cuadrados ( Cocodrilo llegaba casi a los 3 mil), recorrer las playas de Pinamar y su repentina vastedad por estas horas es una experiencia que, al menos a primera vista, desconcierta y sorprende.
“No es sólo un cambio de paisaje: es un cambio cultural”, resume el intendente, y asegura que, si bien al principio pudo haber resquemores y dudas de parte de algunos concesionarios, la mayoría entendió al fin y al cabo la importancia de respetar lo público y prestarle atención de una vez por todas al drama de la erosión marina, alertada desde hace años por científicos de la UNLP (ver pág. 5). “La playa es de todos y todos tenemos derecho a disfrutarla –sostiene-, como también tenemos la obligación de cuidarla e incorporar como Estado el concepto de sustentabilidad. Es nuestro patrimonio y hay que preservarlo, así de simple”.
La premisa que se inculca desde esa Comuna y que se defiende junto a un equipo de ingenieros, arquitectos, geólogos, biólogos y abogados se apoya en la necesidad casi imperiosa de retirar los nuevos paradores unos 20, 30 o hasta 50 metros y ganar así un total de casi 20 mil metros cuadrados de playa, amenazada como se dijo por el avance lento pero inexorable de la erosión costera.
“A diferencia de algunos sectores puntuales, como por ejemplo Mar del Tuyú, en esta zona la erosión es producto de la intervención directa del hombre”, explica el biólogo Fabián de la Serna, a cargo del monitoreo de costa y quien estudia el inquietante palpitar de esas arenas y sus aguas desde hace años.
“Antes más cemento implicaba más servicio pero ahora el paradigma tiene que ser otro”, apunta por su parte Javier Mendía, director de Planeamiento y Frente Marítimo de la Municipalidad de Pinamar. Según detalla, todo comenzó con la ordenanza 3754 del año 2009, cuando se llamó a licitación y, tras detectar falencias, se pidió la intervención de la provincia de Buenos Aires. El resultado fue la ordenanza 4442, que se terminó en 2014 e incorporó criterios de sustentabilidad como la idea de usar materiales reciclables, construir sobre superficies menores y dejar así al mar un poco más a la vista y a la playa con más espacio para todos.
“Este año se demuelen 27 balnearios –detalla Mendía-, 24 de Pinamar y 3 de Cariló. Lo establecido es que su reconstrucción este terminada antes del 30 de noviembre y que el resto se tire abajo el año que viene. Pero ya esta temporada el que turista que visite Pinamar se va a encontrar con un paisaje costero totalmente cambiado y mucho más amigable para el medio ambiente”.
Según la Asociación de Concesionarios de Playas de Pinamar, para poder cumplir con lo que establece la ordenanza los balnearios tienen que destinar, en promedio, entre 5 y 8 millones de pesos en sus remodelaciones y respetar el límite de poco más de 300 metros cuadrados en sus nuevos locales. A cambio, se establece también, podrán explotar comercialmente los nuevos paradores durante quince años, algo muy distinto a las concesiones que históricamente se renovaban año a año.
cambio de cara
“Algunos protestaron pero entienden que no tienen otra opción –dice Mendía-. No pueden oponerse a una licitación de la que ellos mismos participaron y ofertaron. El pliego especificaba que había que demoler y levantar algo muy distinto. Algunos incluso propusieron proyectos inferiores al tope establecido, como el caso del balneario San Javier, y ahora están construyendo paradores que no llegan a los 200 metros cuadrados”.
Las demoliciones comenzaron en abril y esta semana, el mismo día que De Vito recorría con nostalgia los escombros de lo que alguna vez fue Cocodrilo , se llevaba adelante otra de las más emblemáticas: la de Mamá Concert’s , uno de los paradores clásicos de la zona norte de Pinamar. Mientras la retroexcavadora despejaba el paisaje y parecía agigantar la playa, el intendente Yeza se entusiasmaba ante cada avance de la topadora y se inflaba de orgullo. “Hacer realidad semejante proyecto es obra de todo un equipo comprometido con la causa ambiental -decía-. Siempre se creyó que los concesionarios de playa eran los dueños y que el vecino común casi que tenía que pedir permiso para acomodarse en el poquito espacio de arena que le quedaba. Eso no va más. Se puede dialogar, corregir y acordar una y mil veces, pero teniendo en claro una sola cosa: la playa es de todos, no de un grupo reducido de empresarios”.
Si bien algunos paradores ya comenzaron a levantar sus nuevas estructuras de madera, como el caso de Hemingway en Cariló, la postal que por estas horas predomina frente al mar es la de una gigantesca obra a cielo abierto y la de una playa que parece aún más enorme y natural. En unos meses, cuando arranque la temporada de verano, la obra estará terminada y, con menos cemento y mucha más arena, Pinamar tendrá una cara muy distinta para mostrar.
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