Macri, frente al poder subterráneo. Después de Octubre.....¿Qué?

La mejor noticia que podría suceder es la aparición con vida de Santiago Maldonado. Pero lo cierto es que no aparece. 
Macri no está dispuesto a prejuzgar sobre las fuerzas de seguridad hasta que no aparezca una prueba que las comprometa, aunque no descarta ninguna teoría.

El testimonio de Matías Santana, quien dice haber visto con binoculares el momento en que la Gendarmería se llevó a Maldonado, está bastante cuestionado por la Justicia de Esquel.

Tampoco le soltará la mano a su ministra de Seguridad. Sin novedades que cuestionen directamente su gestión, un desplazamiento de Bullrich sólo mostraría a un presidente débil cuando no lo es. Sería el triunfo definitivo del perdidoso cristinismo sobre el presidente que ganó las última elecciones primarias nacionales. Para Macri, Bullrich tiene dos virtudes indispensables para ejercer ese cargo: es una trabajadora incansable e incorruptible, que le ha dado buenos resultados en el combate contra el narcotráfico y en la disciplina del espacio público. Si éste es, desde ya, un espacio bajo jurisdicción federal.

Los actos del poder subterráneo le han servido a Macri para establecer en qué poco tiempo puede evaporarse un triunfo político. Menos de un mes después de las elecciones primarias, ni el resultado de los comicios ni los buenos datos de la economía (ésta creciendo a un ritmo del 4 por ciento anual, aunque el promedio del año podría estar cerca del 3) son temas de discusión pública.
El cristinismo sólo habla de la inverosímil responsabilidad personal de Macri en la desaparición de Maldonado o de la renuncia de Patricia Bullrich, más por odio a Macri que por odio a la ministra.

La lección le sirvió al Presidente para planificar qué hará después de las elecciones de octubre, sobre todo si se cumplen los vaticinios de todas las encuestadoras serias: Macri ampliará su triunfo nacional y derrotará a Cristina en la provincia de Buenos Aires. Llamará a sesiones extraordinarias del Congreso para ponerlo a trabajar durante el verano en la reforma tributaria, en la laboral, en la judicial y en la electoral. También, para que apruebe el presupuesto en tiempo y forma; es decir, antes del 31 de diciembre. 

No quiere esperar hasta marzo frente a un adversario, el cristinismo, experto en diluir triunfos ajenos.
Cuando mira más allá del horizonte cercano, a Macri le sirve ese papel que revolotea en su oficina, el que le dice que son pocos los resultados del poder oculto y el que le asegura que su voto le sigue siendo fiel.


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