Cristina se cansó de usar al peronismo para su proyecto personal, en una estrategia de amor por conveniencia que acaso entregó en la pasada elección su ultimo ardor. Los 37 puntos que sacó la ex presidenta salvaron a los intendentes de una debacle definitiva, pero esa elección marcó también el techo de un proyecto que mezcla mal una visión programática no compartida, con una conducción caprichosa, que para peor, instrumenta a través de su hijo y sus amigos. Podía salir mal y salió mal.
Ahora se abre un espacio en el peronismo bonaerense para el surgimiento de nuevos liderazgos. Una necesidad que se vuelve desesperación cuando observan que desde el entorno de la ex presidenta organizan un "festejo" del Día del Militante en las puertas de las cárceles, en solidaridad con los compañeros detenidos. Ni el guionista más perverso de Cambiemos hubiera imaginado semejante regalo. Camporistas de Cristina intentando reeditar la épica de aquellos que bajo el gobierno del Cámpora de verdad, se movilizaron a Devoto para reclamar -y obtener- la liberación de los presos políticos.
Semejante disparate que equipara revolucionarios con ladrones, explica demasiado el drama sin fondo de la desorientación cristinista. Porque lo que perfora a esa fuerza es eso: la ausencia de un programa político viable para que el peronismo vuelva a ser una fuerza de transformación del país. Precariedad que quedó en evidencia en los gritos destemplados de Máximo, pero también en las semanas previas a la derrota sin brillo de esta madrugada.
Cristina mas allá de vetar candidatos -que le encanta- nunca terminó de trazar un rumbo claro, oscilando entre la indolencia por el futuro de un partido que desprecia y la urgencia de madrugada, al entender que se podía activar un proceso que termine de confinarla a los márgenes del peronismo.
El ganador invisible
Martin Insaurralde fue el gran ganador de la jornada, consolidando la trayectoria que inició al desplazar a Espinoza y La Cámpora como interlocutores de María Eugenia Vidal, en la negociación del presupuesto bonaerense. Fue aquella una derrota de los intransigentes que ahora tuvo su correlato partidario. Se impuso el diálogo y la visión de futuro de los moderados, que no creen que Macri sea la Dictadura.
Insaurralde trabajó para coronar a Fernando Gray como presidente del Congreso partidario y a Juan de Jesús como segundo de Menéndez. Pero su logró político real fue otro: Reemplazó a Espinoza como el hombre fuerte del peronismo del Sur del Conurbano, que es como decir uno de los hombres fuertes de todo el peronismo.
Una novedad que promete otras: Mas temprano que tarde este nuevo estado de cosas impactará en la conformación de los bloques en el Congreso nacional y en la Legislatura bonaerense. Es muy probable que Julio Pereyra sea el jefe de un bloque de diputados peronistas en la Legislatura provincial. Pereyra es otro de los vetados de Cristina. La novedad es que ahora hay mas vetados afuera que adentro.
En una sola jugada, el intendente de Lomas de Zamora eliminó del tablero a sus dos rivales para la candidatura a gobernador: Espinoza y Menéndez, ya que se acordó que el presidente del partido no podrá ser el candidato.
Es verdad que falta mucho, pero es tan ingenuo creer en conquistas inalterables, como ignorar el valor de ganar batallas centrales. La de anoche fue una de ellas.
lapoliticaonline.com
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