Cuando la masa enardecida se erige como juez de los actos de gobierno perdimos el rumbo de la república.
".... quedó al desnudo una evidencia: el kirchnerismo y la izquierda proponen un régimen en el que la manifestación popular tenga poder de veto sobre las instituciones de la república".
La mayor obviedad es la reaparición de la violencia política. Como señala el brillante Andrés Rosler, la violencia es percibida casi siempre como desborde irracional. Una irrupción indeseable de la animalidad del ser humano. Sin embargo, los agitadores que recurren a ella creen estar justificados por una razón moral. Es el caso de los que organizaron los ataques al Congreso del lunes pasado. Para muchos sectores de la izquierda, y sobre todo para el kirchnerismo, el recurso a la acción directa está justificado en que el gobierno de Mauricio Macri tiene un déficit de legitimidad. Por esa razón Cristina Kirchner no le entregó el bastón de mando. Por esa razón, por primera vez desde 1983, el 24 de marzo del año pasado se reivindicaron las organizaciones guerrilleras. Por esta razón la desaparición forzada de Santiago Maldonado era un axioma.
Apoyados en la empatía que despiertan los ancianos, el kirchnerismo y la izquierda radicalizada se propusieron impedir el funcionamiento del Congreso. Eternizaron el comienzo de la deliberación, a la espera de un gran disturbio afuera. Y rumorearon varias veces que hubo un muerto para cancelar la deliberación.
Sería ingenuo pensar que controversia tan enardecida se limita a la situación de los jubilados. Sobre todo para el kirchnerismo. El trotskismo, desde La Izquierda Diario, ayer lo denunció: los legisladores de la ex presidenta fueron muy cooperativos con Vidal en la Legislatura bonaerense. Es comprensible: la reforma previsional esconde una gran disputa de poder. Pone en juego $ 65.000 millones para que Cambiemos transforme la infraestructura del conurbano. Vista con toda crudeza, la nueva fórmula previsional representa una transferencia de recursos potenciales de los jubilados a los sumergidos del Gran Buenos Aires, que en su mayoría son menores. Detrás de esa operación se esconde algo más que la eventual reelección de Vidal y de Macri. La incógnita es si Cambiemos expandirá su presencia en los sectores populares. El 77% de los votos que sacó Cristina Kirchner en octubre pertenece al conurbano. No debe sorprender que los desmanes del lunes hayan sido perpetrados por fuerzas de choque que comen de la mano de intendentes kirchneristas, alarmados por su eventual desplazamiento. Tampoco debe sorprender que Sergio Massa perciba una amenaza territorial. El nuevo fondo del conurbano promete un cambio en la geografía del poder.
La crisis corroboró, además, que una minoría homogénea puede ser más eficaz que una mayoría dispersa. Esta vieja regla seguirá rigiendo el juego parlamentario, sobre todo en encrucijadas conflictivas. La señora de Kirchner y su grupo tienen más claro el rédito de obstruir a Macri que los peronistas de provincias o de gremios el rédito de colaborar con él. La mayoría que componen Cambiemos y el PJ dialoguista carecen de un proyecto común. Macri y sus aliados están destinados a competir en el terreno electoral.
En esta dinámica interviene, además, otro factor: muchos peronistas abandonaron a Cristina Kirchner. Pero no abandonaron sus inclinaciones populistas. Ella los sigue interpelando. Les administra la culpa. Y se dirige a su clientela. Esta relación condiciona los alineamientos parlamentarios. Pero también los sindicales. Otra consecuencia relevante del vendaval jubilatorio es que implosionó la CGT. Un grupo de sindicatos rechazó la medida de fuerza. El kirchnerista Francisco Gutiérrez, metalúrgico, dejó la conducción. Nadie sabe cuánto sobrevivirá el alicaído triunvirato.
La tormenta deja otra secuela. El vínculo de Elisa Carrió con el Gobierno volvió a ponerse tenso. Carrió es, en sí misma, otra minoría homogénea que condiciona a una mayoría dispersa. La reforma previsional, que había pasado por debajo del radar en el Senado, quedó en el centro de la escena cuando la diputada sugirió que podría no votarla. Más tarde, en medio de la sesión del jueves, anticipó que se pagaría un bono. Esa novedad reblandeció la disciplina de los legisladores propios y de los aliados. Después pidió que se interrumpiera el tratamiento. Y cuando los ministros ya habían firmado un DNU dictaminó la inconstitucionalidad de esa medida. ¿Qué opositor aprobaría lo que un dirigente oficialista tilda de ilegal? ¿Qué juez lo convalidaría? ¿Ricardo Lorenzetti? Esta divergencia abrió una herida que Carrió y el Presidente querrán disimular. Pero Macri fue desautorizado. La disidencia de la diputada es un enigma dentro del Gobierno. ¿Todavía no hay reglas para lograr el consenso en la alianza gobernante? ¿O en la disidencia de Carrió se filtró un viejo enfrentamiento con Vidal, beneficiaria de la ley jubilatoria? Memorias de una candidatura desdeñada. Y de una foto con Lorenzetti para forzar al peronismo a ceder el fondo del conurbano. Especulaciones que circulan en el núcleo del poder.
Un último corolario del huracán previsional. Debutó, en el maremágnum, la cúpula del episcopado que diseñó Jorge Bergoglio. Comenzó condenando la reforma, en la voz del jesuita Jorge Lugones. Y terminó acercándose a Macri, después de que otros coincidieron con esa posición a los piedrazos. Como la mayor parte de la sociedad, los obispos se alarmaron ante la barbarie.
Por suerte siempre hay un modo de rescatar el optimismo. Por ejemplo, este tuit del periodista Horacio Alonso, que será recriminado por gorila: "La historia de los Vikingos me da esperanza. Cómo esa gente violenta, sin principios, que no respetaba ninguna ley, se convirtió, después de más de diez siglos, en una sociedad como la sueca de hoy. El peronismo puede evolucionar. Hay que darle tiempo".
Nota del editor:
No tengo tiempo ni ganas para invertir en los grupos peronistas violentos; ya me han hecho perder 68 años
Carlos Pagni
La Nación
Kristina y la izquierda precisaban un muerto. |
Apoyados en la empatía que despiertan los ancianos, el kirchnerismo y la izquierda radicalizada se propusieron impedir el funcionamiento del Congreso. Eternizaron el comienzo de la deliberación, a la espera de un gran disturbio afuera. Y rumorearon varias veces que hubo un muerto para cancelar la deliberación.
Sería ingenuo pensar que controversia tan enardecida se limita a la situación de los jubilados. Sobre todo para el kirchnerismo. El trotskismo, desde La Izquierda Diario, ayer lo denunció: los legisladores de la ex presidenta fueron muy cooperativos con Vidal en la Legislatura bonaerense. Es comprensible: la reforma previsional esconde una gran disputa de poder. Pone en juego $ 65.000 millones para que Cambiemos transforme la infraestructura del conurbano. Vista con toda crudeza, la nueva fórmula previsional representa una transferencia de recursos potenciales de los jubilados a los sumergidos del Gran Buenos Aires, que en su mayoría son menores. Detrás de esa operación se esconde algo más que la eventual reelección de Vidal y de Macri. La incógnita es si Cambiemos expandirá su presencia en los sectores populares. El 77% de los votos que sacó Cristina Kirchner en octubre pertenece al conurbano. No debe sorprender que los desmanes del lunes hayan sido perpetrados por fuerzas de choque que comen de la mano de intendentes kirchneristas, alarmados por su eventual desplazamiento. Tampoco debe sorprender que Sergio Massa perciba una amenaza territorial. El nuevo fondo del conurbano promete un cambio en la geografía del poder.
La crisis corroboró, además, que una minoría homogénea puede ser más eficaz que una mayoría dispersa. Esta vieja regla seguirá rigiendo el juego parlamentario, sobre todo en encrucijadas conflictivas. La señora de Kirchner y su grupo tienen más claro el rédito de obstruir a Macri que los peronistas de provincias o de gremios el rédito de colaborar con él. La mayoría que componen Cambiemos y el PJ dialoguista carecen de un proyecto común. Macri y sus aliados están destinados a competir en el terreno electoral.
En esta dinámica interviene, además, otro factor: muchos peronistas abandonaron a Cristina Kirchner. Pero no abandonaron sus inclinaciones populistas. Ella los sigue interpelando. Les administra la culpa. Y se dirige a su clientela. Esta relación condiciona los alineamientos parlamentarios. Pero también los sindicales. Otra consecuencia relevante del vendaval jubilatorio es que implosionó la CGT. Un grupo de sindicatos rechazó la medida de fuerza. El kirchnerista Francisco Gutiérrez, metalúrgico, dejó la conducción. Nadie sabe cuánto sobrevivirá el alicaído triunvirato.
Afortunadamente sólo consiguieron heridos |
Un último corolario del huracán previsional. Debutó, en el maremágnum, la cúpula del episcopado que diseñó Jorge Bergoglio. Comenzó condenando la reforma, en la voz del jesuita Jorge Lugones. Y terminó acercándose a Macri, después de que otros coincidieron con esa posición a los piedrazos. Como la mayor parte de la sociedad, los obispos se alarmaron ante la barbarie.
Por suerte siempre hay un modo de rescatar el optimismo. Por ejemplo, este tuit del periodista Horacio Alonso, que será recriminado por gorila: "La historia de los Vikingos me da esperanza. Cómo esa gente violenta, sin principios, que no respetaba ninguna ley, se convirtió, después de más de diez siglos, en una sociedad como la sueca de hoy. El peronismo puede evolucionar. Hay que darle tiempo".
Nota del editor:
No tengo tiempo ni ganas para invertir en los grupos peronistas violentos; ya me han hecho perder 68 años
Carlos Pagni
La Nación
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